alea iacta est aeternum

El poeta se hace al andar. Hoy estos pasos son  los de la rabia. Ayer fueron pasos de lágrimas en un hombro  que ya viste de luto. Mañana serán versos  que recorrerán sus entrañas  cuando se mire al espejo. Lo demás será ceniza  guardada en el pecho, sin esperas, sin resurgimiento. La decisión del Dios que lleva dentro. La penitencia de lo que supone cargar(se) un corazón.

Has buscado en mí lo que perdiste en ella lo que perdiste en todas buscando el mismo corazón que se llevó el tuyo. Ahora veo tus alas y cómo siempre vuelas hacia la misma dirección, hacia la misma perdición que cavó tu hoyo. Buscaste en mí  sin encontrar más moraleja que la del desprecio una vez más. Has roto un corazón por no tener el tuyo por no recibirlo de ella, dejando a tu paso todo lo que te quitó. Me has vestido de bufón, de huérfana, de muerte. Me has horadado el pecho clavando la daga que un día traspasó tu esófago hasta que dejaste de gritar. Me vacías de amor y te lo llevas al recuerdo para saciar tus fantasmas, y aunque las palabras no supieron a hiel, la rabia crece, y el perdón se hace de rogar.